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Il Divo

Il Divo

Il Divo
  • Valoración moral: Desaconsejable
  • Año: 2009
  • Dirección: Paolo Sorrentino
Contenidos Imagen (18' S), Ideas (connivencia de obispos católicos con planteamientos inmorales de políticos F)

Reseña:

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Dirección: Paolo Sorrentino
Intérpretes: Toni Servillo, Anna Bonaiuto, Piera Degli Esposti, Paolo Graziosi, Giulio Bosetti, Flavio Bucci.
Guión: Paolo Sorrentino
Música: Teho Teardo
Fotografía: Luca Bigazzi
Distribuye en Cine: Wanda
Duración: 110 min.
Género: Drama, Biográfico

Frío 

    Para Paolo Sorrentino, "Giulio Andreotti es el político más importante que ha dado Italia en el último medio siglo". Tal declaración explica que el director y guionista se haya atrevido a hacer una película sobre el conocido estadista, a sabiendas de la complejidad de la empresa.

    Concretamente centra su atención en la ambigüedad que muchos comentaristas conceden a Andreotti como rasgo esencial de su carácter, una especie de astuta frialdad que habría alimentado aún más las elucubraciones sobre sus supuestas relaciones con la mafia, acusaciones por las que fue juzgado y absuelto en un complejo periplo legal entre 1999 y 2003. 

    Sorrentino articula una estructura narrativa inteligente, en torno a un paseo de madrugada casi fantasmal de Andreotti, que fiel a sus convicciones religiosas -es católico- acude a rezar y confesarse en una iglesia. Esa confesión sirve para retrotraerse al pasado, y mostrar a Andreotti, el político inescrutable, muy distinto a sus colegas, vividores o vehementes, el suyo es un estilo suave, tranquilo, irónico, inteligente. 

    No pierde detalle de lo que sucede a su alrededor, y apenas muestra emociones, tal vez nunca las tuvo, se sugiere, en detalles como la relación con su esposa Livia. Punto de inflexión en su vida se supone que es el asesinato a manos de la mafia del empresario Salvo Lima, con el que mantenía lazos Andreotti, aunque el film sugiere que le pesa más la muerte de Aldo Moro, como si se autoconcediera cierta responsabilidad, de no haber hecho lo suficiente para lograr que saliera con vida del secuestro de las Brigadas Rojas. 

    El director hace un ejercicio ciertamente singular con su película, buena muestra de cine político. Le da un curioso aire de irrealidad, por los modos de moverse en un escenario de Andreotti, y por un estilo visual casi padrinesco, una fotografía a lo Gordon Willis en la trilogía de Coppola en lo referente a la paleta de colores, con personajes presentados por letreros que incluyen sus alias, como si de una panda de delincuentes se tratara. 

    Todo ello subrayado por una magnífica partitura musical de Teho Teardo. Y al mismo tiempo, hay un estudiado equilibrio, un deseo de hacer justicia al personaje, de poner todas las cartas boca arriba en lo relativo a las acusaciones de connivencia con la mafia, lo que supone no dejar de recordar que las únicas pruebas aducidas contra él fueron las declaraciones de criminales arrepentidos.

    Pese a todo se sugiere que al menos el político hizo la vista gorda a algunas actuaciones de la mafia, y que fue un cambio de actitud, una mano más dura contra estos criminales, la que habría conducido al asesinato de Lima. Por supuesto, es imposible atrapar toda la carrera de un político vivo  que ha presidido en siete ocasiones el gobierno italiano, pero sabe apuntarse su madera de superviviente, mostrar su modo de tratar a las personas, conceder toda su emoción al momento en que estuvo a punto de convertirse en Presidente de la República, lo que coincidió con el asesinato del juez Giovanni Falcone. 

    Puede ser repudiable que se aluda a escándalos mil, y se sugiera que tal vez hubo una conexión Andreotti, o tal vez no, pero la apuesta es nunca hacer una acusación directa que no esté probada, o en todo caso ponerla en boca de la persona real que la hizo. Una película que se titula Il Divo, tiene que sostenerse necesariamente sobre un actor sólido. 

    Y Toni Servillo, que ya trabajó con Sorrentino en la notable Las consecuencias del amor, saca adelante un papel difícil, con un personaje perpetuamente encogido de hombros, hermético, que se prestaba a la grotesca caricatura, felizmente evitada. 

    El cineasta italiano Paolo Sorrentino (Las consecuencias del amor) ganó el premio del Jurado en el pasado festival de Cannes por este curioso y poderoso biopic. La cinta es un ataque frontal y cruel al político, en la línea del Fahrenheit de Moore, pero con mucha más clase cinematográfica. Efectivamente, como material audiovisual, la película tiene pocos peros.

    En Il Divo, Andreotti confiesa crímenes mirando a cámara, hay montajes paralelos de sus alocuciones con órdenes de asesinatos, escenas besando mafiosos, extorsionando a sus compañeros, pagando sobornos… La Repubblica publicó que Andreotti, después de ver la película, manifestó que era “maliciosa, malvada y poco honesta”, y no es extraño: al final, lo que sostiene con ironía y manejo visual el cineasta italiano es mucho más fuerte que lo que escupía Michael Moore. 

    En un biopic, la delgada línea ética es muy delgada, pero Sorrentino decide jugar en otro campo, y en ese campo, para él, y para muchos, no existen las reglas. (Decine21)

    Lo único que consigue la cinta –y sólo a veces- es retratar el característico rictus externo del político democristiano. Todo lo demás constituye un auténtico panfleto contra el personaje y una verdadera chapuza cinematográfica que, por lo demás, acaba siendo ininteligible para quien no esté muy puesto en los acontecimientos de la vida pública italiana de aquellos años. 

    Y aunque fuera buena, la película resulta también bastante soporífera y demasiado lapidaria. Interesará, quizás, a algunos pocos estudiosos de aquella época histórica de la Democracia Cristiana italiana y del pentapartito. 

    Toda la película consiste en describir a un hipotético político que, mientras hace gala de su catolicismo, actúa luego maquiavélicamente y con procedimientos mafiosos. Y en segundo lugar, porque, subliminalmente, se viene a sugerir que los eclesiásticos amigos de Andreotti –del Andreotti de la película- estaban de acuerdo con una actuación pública según la cual el fin justifica los medios. (Almudí EC y JU)




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